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En este post te contamos cómo a causa del confinamiento se logró evidenciar que es posible un cambio en el modelo urbano tradicional. ¡Sigue leyendo!

El confinamiento puso en evidencia que debemos cuestionar la tradicional manera de concebir las relaciones entre lo público y lo privado.

La creatividad de las personas ante el confinamiento

La actitud de los habitantes ante lo repentino de la pandemia adelantó de manera práctica lo que muchas teorías del planeamiento buscaban: la flexibilidad y reversibilidad de los espacios, la complejidad del tejido urbano mezclando en el tiempo los usos y los usuarios. En definitiva, la diversidad del ecosistema que habitamos.

Durante los meses de confinamiento, miles de personas se apropiaron de los terrados, los balcones, los vestíbulos, los aparcamientos, las aceras, etc. Lo hicieron de forma improvisada y espontánea. Así, quedó en evidencia otra manera de conseguir espacio y mejorar la ciudad, sin construir un metro cuadrado de más.

Estas acciones no planificadas demostraron que una transformación paulatina de la propia ciudad construida es posible. También revelaron que puede revertirse la falta de espacios, descongestionar a la población y ofrecer alternativas a la circulación y los usos urbanos.

Las lecciones del confinamiento favorecen el medioambiente

A la maltrecha salud del medioambiente provocada por la vertiginosa crisis climática y un sistema productivo, energético y de consumo enfermo, se sumó la actual crisis sanitaria.

En el modelo urbano mediterráneo, denso y compacto, estos problemas se acrecientan por la falta de espacio libre. Comparado con la ciudad jardín, muestra más dificultades a la hora de garantizar el distanciamiento físico que evita los contagios.

Este modelo también es deficiente a la hora de generar más zonas verdes que ayuden a reducir la contaminación. Tampoco ofrece lugares alternativos que compensen las consecuencias psicológicas del confinamiento, ni fomenta la creación de huertos urbanos y otros espacios destinados a la producción de alimentos.

Sin embargo, ante la repentina necesidad de encontrar y rediseñar espacios para el distanciamiento, se evidenció que dar un vuelvo al modelo urbano es posible.

Cómo el confinamiento nos dio la base para remodelar el espacio

Una redefinición del modelo de espacio libre público, basada en la idea de espacio social y de convivencia, debe superar la visión bidimensional de la ciudad.

Las respuestas de las personas al confinamiento pueden ser identificadas y clasificadas en estos tres ámbitos:

El plano urbano

El plano urbano comprende la relación entre las plantas bajas de lo construido y el espacio público que le rodea.

La crisis del coronavirus ha incrementado el cierre de numerosos locales en planta baja. En Barcelona, por ejemplo, ese aumento ha sido de aproximadamente un 20 %.

Además, los portales de accesos y vestíbulos, más allá de la circulación, pueden tener nuevos usos. Las superficies comunes en un edificio plurifamiliar pueden corresponder a un 30 % más de la superficie útil por vivienda.

Esta situación permite reflexionar sobre la posibilidad de proyectar el plano del suelo y subsuelo desde la idea de continuidad urbana, de extensas galerías que amplíen los recorridos y eviten la aglomeración.

El plano de fachada

Aquí se incluyen balcones, corredores, paseras, etc. El confinamiento despertó la creatividad de las personas. Expandieron sus recintos domésticos hacia este tipo de espacios intermedios o convirtieron sus ventanas en auténticos escaparates para promocionar su teleempresa.

Los corredores interiores recuperaron la idea de calles elevadas, tan promocionadas en el urbanismo del movimiento moderno. Este planteamiento nos hace considerar el espesor de las fachadas y las medianeras como factores en la interacción de la ciudad y no solo como la envolvente estética del espacio público.

El plano de cubierta

Las azoteas se descubrieron como un espacio de gran potencial para expandir el espacio colectivo al aire libre. Ello exige una revisión del actual uso que reciben –fundamentalmente para ubicar equipos de aire acondicionado, contadores, etc.–, así como de la accesibilidad que tienen los vecinos a ellas.

Los habitantes se apoderaron transitoriamente de estos lugares infrautilizados (en Barcelona el 67 % de las cubiertas son accesibles y planas) para hacer deporte, cultivar o sacar a sus mascotas. Esto plantea la necesidad de buscar un mayor aprovechamiento de estas superficies para mejorar la calidad de vida.

Cómo articular los cambios en el confinamiento

A nivel de suelo

  • Ampliar el plano cívico, recuperando la calle para el peatón con intervenciones reversibles de pintura y módulos que ayudarán a organizar lugares de venta para comercios, zonas de juegos infantiles, áreas verdes, actividades sociales, etc.
  • Reciclar los vestíbulos de los edificios, creando núcleos interconectados que den una mayor permeabilidad peatonal y con nuevos usos (coworking y comercio).
  • Favorecer la movilidad sostenible y crear entornos peatonales más seguros.

En la fachada

  • Generar nuevas conexiones verticales en fachada, medianeras e interiores de edificios para mejorar la accesibilidad a las cubiertas y también como espacios alternativos a la vivienda.
  • Los balcones y comunicaciones horizontales son las tribunas del nuevo espacio social. Con la implementación de las nuevas tecnologías se podrá gestionar su uso y fomentar la participación ciudadana.
  • La técnica del andamiaje constructivo para fachadas pueden ser mecanismos que se adosan temporalmente para ampliar la superficie útil de las viviendas.

En la cubierta

  • Activar las cubiertas subutilizadas destinándolas a producción energética y agraria, ocio, acciones ambientales, culturales, etc (P).
  • La habilitación de las cubiertas como un sistema expandirá las opciones de uso según grupos de edad y franja horaria.
  • Posibilitar la interconexión de este nuevo espacio social en altura permitirá redefinir las unidades de confinamiento, ampliando gradualmente los niveles de asociación y convivencia.

El concepto de la ciudad desplegable

Todo lo señalado anteriormente no representa necesariamente un incremento del volumen construido, sino el reaprovechamiento de lo existente. 

Las restricciones impuestas al acceso y uso de cubiertas y parkings o la modificación que requiere la ordenanza de terrazas ubicadas en el espacio público ejemplifican la necesidad de introducir una nueva perspectiva. El objetivo es hacer realidad lo que la gente ejerció por sentido común.

Ante la incertidumbre que depara el futuro, la respuesta urbana ha de basarse en preparar progresivamente los espacios de convivencia de la ciudad, reconociendo la condición tridimensional del sistema.

A través de sus acciones emergió otra manera de hacer ciudad, menos plana, con posibilidad de autoorganización y capaz de desplegarse: una pop-up city (ciudad desplegable), usando el término que acuñó la editorial Blue Ribbon en 1932 para referirse a aquellos libros que se abrían y extendían mediante elementos móviles.

Al fin y al cabo, todo cambio para mejorar la calidad de vida surge a partir de las necesidades que se presentan. Y qué mejor ejemplo de esto que el confinamiento que tenemos que respetar actualmente.

Las lecciones del confinamiento deberían ser bien aprovechadas para que esta situación de pandemia sea de alguna manera generadora de mejoras en nuestra calidad de vida en la ciudad.

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