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Como ya es sabido, el problema entre los jóvenes y la vivienda es un tema conocido. Acceder a una casa cada vez se complica más para las nuevas generaciones. En este post vamos a hablarte de las barreras que tienen los jóvenes y qué se espera para mejorar la situación.

Los jóvenes y la vivienda: ¿Cuáles son los obstáculos?

En líneas generales, la tasa de emancipación está en mínimos históricos, los jóvenes son el colectivo con el índice de pobreza y exclusión social más elevados y está creciendo el número de los que viven en una vivienda cedida, como consecuencia de las precarias condiciones laborales que ya llevan arrastrando una década. Esto es lo que dicen las cifras:

Riesgo de pobreza y exclusión social

Otro registro que lanza el estudio es que los jóvenes de entre 16 y 29 años forman el colectivo con el índice de pobreza y exclusión social más elevados de la población. Ya que se registra el mayor incremento en la última década. Algo que pesa tanto sobre los que logran emanciparse como los que siguen residiendo bajo el techo familiar.

En el año 2017 más del 40% de los jóvenes emancipados estaba en riesgo de pobreza o exclusión social. Por otro lado, el porcentaje en el caso de los no emancipados superaba el 30%. En 2009, en cambio, su peso estaba por debajo de dicho nivel en ambos casos. Actualmente, en el caso de los extranjeros, el riesgo de exclusión se dispara por encima del 50% de los menores de 30 años.

En otras palabras, no solo son menos las personas jóvenes que pueden llegar a establecerse en una vivienda distinta a la del hogar de origen (permanente o provisionalmente). Sino que, cuando lo consiguen, tienen más probabilidades de hallarse en situaciones de vulnerabilidad económica y social.

La tasa de emancipación toca mínimos

Según el estudio del Consejo de la Juventud, la proporción de jóvenes emancipados estuvo creciendo año tras año entre 2001 y 2008. Aunque en 2009 la crisis revirtió la tendencia. Desde entonces, no ha dejado de caer hasta regresar a cotas similares a las que se registraron a mediados de la década de los años 90.

La precariedad laboral

El empleo entre los jóvenes poco a poco va mejorando. Por primera vez desde 2010, la tasa de empleo de los menores de 30 años ha superado el 40%. Sin embargo, el hecho de tener trabajo no es una garantía para poder emanciparse.

El problema es que hay varios factores que hunden sus posibilidades. Uno de ellos es la temporalidad, que todavía es muy elevada. Según el estudio, “a finales de 2018 el 55,5% de la población joven asalariada en España tenía contratos temporales, casi diez puntos más que en el mismo trimestre de 2010 (45,8%). La temporalidad entre la población joven registraba las máximas cotas, por encima del 60%, en Andalucía, Cantabria, Extremadura, Murcia y el País Vasco. En el mejor de los escenarios (Islas Baleares, Cataluña y Madrid), no bajaba del 46%”.

En segundo lugar, que los que encuentran empleo están entre las categorías laborales con los salarios más bajos. “Más de 4 de cada 10 personas jóvenes empleadas pertenece a dos de las categorías ocupacionales con las retribuciones salariales más reducidas, las que la Clasificación Nacional de Ocupaciones (CNO) de 2011 denomina como ‘ocupaciones elementales’ y los ‘trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores’. Es, justamente, en esta última categoría en la que la presencia de las personas jóvenes es mucho más preponderante que en el resto de la población ocupada”, agrega el Consejo de la Juventud.

Por último, hay que tener en cuenta que el trabajo a tiempo parcial es mucho más frecuente en la actualidad que antes del estallido de la crisis. Y las cifras sitúan en el 19% el peso del empleo a tiempo parcial entre los hombres jóvenes y por encima del 33% en el caso de las mujeres. En este sentido, el estudio puntualiza que “asumir jornadas por menos horas de trabajo no es sinónimo per se de precariedad o inseguridad laboral. Pero, cuando se combina con las percepciones subjetivas de la población a la que afecta, las conclusiones pueden llegar a ser distintas”.

La cesión de viviendas, la única opción

A pesar de que el alquiler está ganando peso en España frente a la propiedad, en el caso de los jóvenes se está produciendo la tendencia inversa. “Si en 2017 el 60,6% de las personas jóvenes emancipadas vivía de alquiler, en 2018 lo hacía el 59,2%. El descenso no ha sido brusco, pero supone romper con una tendencia ascendente de varios años”, señala el documento.

No dejemos de lado que en varias ciudades el precio del alquiler está en zona de máximos históricos, lo que implica que un joven inquilino deba destinar hasta el 91,2% de su salario a pagar la renta mensual. Sin incluir los gastos que conlleva hacerse cargo de una vivienda. Incluso, contando con el poder adquisitivo medio de un hogar joven, el alquiler tampoco es factible. Ya que implica tener que destinar el 41,2% de la renta disponible, por encima del 30-35% máximo que recomiendan los expertos. Es decir, básicamente imposible.

De esta manera, lo que está ganando peso es la cesión de viviendas. Por ejemplo, casas de familiares que se alquilan gratis o a un precio muy reducido y que ya alcanza el 12%. Actualmente, son más los menores de 30 años emancipados en viviendas cedidas que en viviendas de propiedad sin pagos pendientes. 

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Las dificultades de acceso al crédito hipotecario de los jóvenes y la vivienda

Además de un problema de capacidad de compra, los jóvenes se enfrentan a la falta de capacidad de pago. Esto se refiere al porcentaje sobre la renta disponible que supone el desembolso de la cuota de la hipoteca. Es necesario realizar pagos mensuales a largo plazo y contar con fuentes de ingresos estables y verificables para que se conceda la financiación.

Es cierto que los niveles actuales de exigencia de las entidades bancarias a la hora de conceder créditos hipotecarios son menores que en otras épocas. Pero todavía son un impedimento para el acceso de este segmento de la población al mercado inmobiliario.

En relación con la escasa o prácticamente nula capacidad para pagar una vivienda, para la mayoría de los jóvenes el gran problema es el importe inicial del precio del inmueble y las garantías que se deben aportar para los créditos hipotecarios.

Así, la entrada inicial de la compra asciende a 45.366 euros de media, calculados a partir de la estimación de una entrada del 20% del valor de la vivienda y de un 10% adicional para gastos de adquisición (notaría, gravámenes, etc.). Esa cantidad supone 2,2 veces los ingresos anuales de un hogar joven, en el que participa más de una persona y que cuenta al menos con dos sueldos.

Tiempo atrás no existía este problema…

Hace unos años, los préstamos hipotecarios alcanzaban, e incluso superaban en la práctica, el cien por cien del valor de tasación de la vivienda, por lo que los jóvenes habitualmente no tenían este obstáculo de la entrada inicial. Ahora esta situación ha cambiado, y la escasa o nula capacidad de ahorro de los jóvenes no les permite cumplir con los requisitos exigidos por las entidades financieras para otorgar un préstamo.

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