Con la mejora de la vivienda, la regulación de la segunda residencia vuelve a estar de actualidad y sus límites a sembrar dudas en la recuperación.

¿Está bien regulada la compra de segunda residencia a nivel internacional?

En algunos países, tener casa de vacaciones se está convirtiendo en un hecho poco común. Durante el año 2010, solo el 4% de familias estadounidenses disponían de segunda residencia, y el porcentaje apenas llegaba al 1% entre los británicos.

Un problema para el mercado residencial que tiene su origen en las restrictivas políticas de construcción y tributación de las segundas residencias.

Tras los límites impuestos en países como Dinamarca y Noruega, Suiza votó en 2012 a favor de restringir las segundas residencias en los enclaves turísticos y Australia limitó la compraventa residencial por parte de compradores foráneos.

El último escollo al mercado residencial lo ha puesto St Ives (Cornwall). Un enclave portuario al suroeste del Reino Unido donde el 83% de los residentes votaron a favor de que las nuevas viviendas destinadas a no residentes debían construirse fuera de los límites de la población.

¿Son medidas surgidas por una nueva política o esconden otro problema de fondo?

Residential ‘Ghostification’

El rechazo a las segundas residencias puede responder a diversas razones.

En algunos casos, las pocas facilidades a la segunda residencia reflejan la desconfianza ante la llegada de unos vecinos que son auténticos desconocidos. En otros, las restricciones son promovidas por los ‘nuevos’ propietarios en su objetivo por preservar la exclusividad de la zona.

Algunos vecinos no quieren más propietarios de segunda residencia para preservar la exclusividad
Algunos vecinos no quieren más propietarios de segunda residencia para preservar la exclusividad

También hay localidades que quieren combatir la despoblación rural con medidas equivocadas, porque luego se deben enfrentar a calles semi-desiertas (ghostification) y casas vacías buena parte del año. Es el caso de St Ives, donde la residencia habitual poco tienen que ver con la de los veraneantes.

Medidas equivocadas

La regulación tampoco resuelve el problema en muchos casos, e incluso provoca consecuencias no deseadas.

Las restricciones en la venta de las nuevas propiedades como segunda residencia acostumbran a hacer bajar los precios y a desanimar al sector vacacional, arrastrando incluso al resto del mercado inmobiliario.

La reforma suiza, por ejemplo, produjo un descenso del 12% en el precio de las viviendas habituales de núcleos urbanos como Basilea, Ginebra y Zurich. Lugares donde se aprobó limitar el acceso a la segunda residencia y que hoy ven afectada su economía por una menor presencia de ricos veraneantes.

Al problema residencial de St Ives le ha surgido otro. El de aquellos vecinos que han acabado por vender su residencia habitual a un mejor precio, abriendo paso a los forasteros donde antes solo había residentes.

Otras soluciones alternativas

La solución más común es la que hoy aplican británicos, holandeses, franceses e incluso israelíes: la tributación. Un aumento en los impuestos de las segundas residencias que solo tendría sentido si pretendiera preservar el paisaje que lo rodea, en los alrededores de un parque natural o junto a una primera línea de mar.

St Ives (Cornwall) ha puesto límites a la edificación de segunda residencia
St Ives (Cornwall) ha puesto límites a la edificación de segunda residencia / Franzfoto / CC BY-SA 2.5

Sin embargo, una vez más la medida se aplica de manera generalizada y afectando más al pequeño cliente que al gran turista. Todos parecen olvidar que la mejor política es aumentar la oferta y el mejor límite lo debe marcar la planificación.

Sino, tomemos el ejemplo de Australia donde afrontan el problema desde la raíz. Exigiendo al comprador foráneo que su inversión se sume a la ya existente.

No lo olvidemos: ¡Hay que construir, no que prohibir!

Fuente: Second homes: Stay away – The Economist

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