Entre la Barcelona medieval y la cultural, El Born y La Ribera se mueve en laberínticas calles con tradición artesana. Entre palacios, templos y lugares dedicados al comercio, moda y bares han abierto un espacio creativo donde confluyen tendencias.

Expandiéndose más allá de las murallas medievales, Barcelona pasó a ser la ciudad moderna que conocemos.

Cerca de la Catedral de Barcelona del barrio El Gótico de Barcelona, la Vía Laietana es la frontera que transporta a los orígenes medievales de la ciudad. Conectando el puerto con El Eixample, la vieja Barcelona queda seccionada por esta bulliciosa avenida.

Bajo el mercado de Santa Caterina, la Calle Princesa conecta el Parque de la Ciutadella con la Vía Laietana y separa los barrios de Sant Pere y Santa Caterina de La Ribera y El Born.

Ahi emerge una zona que atrae por su encanto, entre callejas que pertenecieron al antiguo barrio de mercaderes, artesanos y gremios de la ciudad. Un entramado de pasajes dedicados hoy a la moda y el diseño, entre bares actuales y palacios medievales.

Calles que recuerdan viejos oficios y gremios junto a una bella basílica y un mercado que resurge de sus cenizas. Símbolos de una ciudad milenaria.

Calle Montcada

Enfilando la Calle Princesa hacia el mar, el paseante encuentra un pasaje que no le deja indiferente, la Calle Montcada. Sobre todo tras ser declarado Conjunto Monumental Histórico-artístico.

Esta estrecha calle vio la luz en 1153 cuando Guillem de Montcada cedió sus tierras a Barcelona. Fue entonces cuando la zona pasó a convertirse en eje de la vida comercial del barrio de la Ribera.

Nobles, burgueses y señores feudales eligieron la calle para vivir en ella. Y así fue como pasó a ser la calle con mayor cantidad de palacios por metro cuadrado. Edificios medievales, renacentistas e incluso barrocos dejan vislumbrar bellísimos patios a través de sus portalones, con escalinatas que llevaban a la zona más noble de cada casa.

Aquí encontramos palacios medievales como el Palacio Aguilar, el Meca o el del Baró de Castellet, sede del Museo Picasso (C/ Montcada, 15-23) de Barcelona. Y a su lado, edificios renacentistas como el Palacio Cervelló o barrocos como el Palacio de Dalmases (C/ Montcada, 20). La calle principal y más noble de la Barcelona medieval la ocupa hoy el arte con más solera.

La Ribera. De Sta María del Mar al Fossar de les Moreres

Como si de un rio se tratase, la desembocadura de la Calle Montcada lleva algo más cerca del mar que aquí preside una gran iglesia.

El lugar lo ocupó Vilanova del Mar, uno de los núcleos de la Barcelona medieval. Pueblo de marineros y artesanos cuyo corazón era la plaza de Santa María del Mar. En ella se hizo construir un templo financiado por sus vecinos. La catedral de los pobres y los marineros, la Basílica de Santa Maria del Mar (Plaza de Santa Maria, 1).

La armonía en sus proporciones y la serenidad en su conjunto la convierten en la única iglesia de estilo gótico catalán puro. Al cruzar sus puertas, una impresión sublime de amplitud, de elevación y de ligereza, invaden al visitante.

Es un espacio casi diáfano donde tres inmensas naves se unen entre altísimas columnas de una forma única entre el arte medieval conocido. Y al que un gran rosetón acompaña en el paso de los años, destruido durante el terremoto que sacudió Barcelona en 1428, y reconstruido a mediados del siglo XV.

Junto a la basílica, el Fossar de les moreres (Foso de las moreras) recuerda un trágico momento. Aquí reposan los caídos en el sitio de Barcelona en 1714, junto a un pebetero donde siempre arde una llama y un suelo de ladrillo tan rojo como la sangre vertida en aquellos días. Un símbolo que toma especial relevancia cada 11 de septiembre con motivo de la Fiesta Nacional de Cataluña, la Diada.

El Born. Del Paseo al Mercado del Born

El lugar en que confluyen la Calle Montcada y Santa María del Mar da comienzo al Paseo del Born. Un lugar donde siglos atrás se celebraron desde torneos medievales, a excomuniones, y ejecuciones públicas.

Un paseo en el que desembocaban las calles donde se ubicaban los artesanos. Calles como la de Calders (caldereros) o Flassaders (manteros) que cogieron el nombre de los oficios que allí concursaban. De ahí el Born pasó a convertirse en un mercado y de ahí tomó su propio nombre la zona. Porqué born significa en catalán la cantidad de dinero que cabe en una mano cerrada.

Y tal fue la importancia del mercado que dio origen a un popular refrán que decía: “Roda el món i torna al Born”. Refiriéndose a que por muchas vueltas que dé el mundo, siempre se regresa a éste lugar.

Lo que hoy queda de aquello es una calle que intenta conservar ese espíritu. Entre bancos de piedra y callejuelas que suben y bajan del paseo. Una avenida que desemboca en uno de los más bellos edificios tradicionalmente dedicados al comercio, el Mercado del Born (Calle Comerç, 2). Éste Centro Cultural alberga hoy tanto exposiciones como otras actividades.

Del principal mercado de la ciudad hasta el siglo XX se conserva hoy una magnífica estructura de hierro y un secreto tesoro arqueológico.

El mayor yacimiento urbano de Europa cuenta con 8.000 metros cuadrados alberga restos del antiguo barrio derruido durante la Guerra de Sucesión (1714).

La Llotja de Mar

Superada la estrechez de las callejuelas del Born y La Ribera, Barcelona se abre a las grandes avenidas y al Mediterráneo.

Cerca del mar y junto a Pla de Palau se levanta uno de los edificios más desconocidos e impresionantes del gótico civil de Barcelona. La Llotja de Mar (Pasaje Isabel II, 1) es un lugar cargado de simbolismo. En la antigüedad fue el lugar de reunión de los mercaderes de la ciudad, y destinaba a la contratación de operaciones comerciales.

En sus mejores tiempos, la Llotja estaba situada a orillas del mar. Y entre sus funciones tuvo la de acoger desde 1775 la Real Academia, centro destinado a la educación en bellas artes y artes industriales. De entre sus alumnos y profesores, destaca el universal Pablo Picasso.

Nombres ligados al arte en barrios ligados al origen de la ciudad. Desde Sant Pere al Born, la Barcelona comerciante y gremial sigue pintando el futuro sin olvidar el pasado.

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