¿Qué ocurre luego del divorcio? Después de este proceso, toca pensar en un nuevo lugar donde vivir, abandonar la casa familiar y buscar una nueva vivienda que se adapte a tus nuevas necesidades y presupuesto, sobre todo cuando se es una persona de la tercera edad.

Encontrar un nuevo lugar luego del divorcio

Al buscar una nueva vivienda luego del divorcio, hay muchos elementos que se deben tener en cuenta, como la situación económica y el patrimonio acumulado.

Anteriormente, separarse cuando se estaba en la tercera edad era mal visto y, por lo tanto, poco común. En la actualidad se ve más a menudo el divorcio en personas de esta edad, y aunque no es el grupo que más se divorcia, es uno cuya cifra se ha ido incrementando.

Según los datos obtenidos del INE, en el 2020 se divorciaron 7.592 personas de entre 60 y 69 años. Mientras que 2.075 mayores de 70 años, dando un total de 9.667 ciudadanos de edades avanzadas que se separaron de su cónyuge.

El sociólogo Mariano Urraco, indica que estas decisiones a edades tan avanzadas suceden porque en la actualidad las personas tienen más libertad para tomar sus propias decisiones, “a nivel social está mejor visto que la gente de 65 años se divorcie; antes era como un estigma”.

La mayor esperanza de vida y la jubilación activa tienen mucho que ver con esa idea de no resignarse ni quedar arrinconado.

A diferencia de las generaciones anteriores, que no se planteaban realizar un cambio de este tipo, en la actualidad, las personas de la tercera edad, tienen mayor independencia.

Es entonces cuando comienza un nuevo capítulo, el de buscar una nueva casa. “Aquellas personas que durante su vida en común adquirieron una vivienda son más proclives a volver a comprar que a alquilar, siempre y cuando su economía lo permita”, explica Jesús Duque, vicepresidente de Alfa Inmobiliaria.

Segundas viviendas

Un caso frecuente es cuando las personas cuentan con una vivienda aparte de su residencia principal. Lo habitual es que la pareja de divorciados venda ambas propiedades para luego repartir la ganancia entre ambas partes. Este tipo de personas suelen volver a comprar una propiedad.

Estas nuevas viviendas suelen ser más pequeñas y de menor nivel. En la mayoría de los casos sin hipoteca.

Aunque la solicitud de financiamiento, no va a depender de la edad y el importe solicitado, ya que las entidades financieras establecen la edad máxima para tener una hipoteca en los 75 años.

Otro comportamiento usual, es el cambio de locación, que suele ser una más asequible. Si los excónyuges tienen economías más ajustadas y su patrimonio no es boyante, la situación es más delicada. En este caso, la salida es la venta de la casa familiar seguida de un doble alquiler.

Aunque dependerá de la ciudad, porque en capitales como Madrid, Barcelona o Palma puede ser prácticamente imposible. Por lo general, los divorciados de estas ciudades, optan por pisos compartidos con personas que estén en la misma situación.

Otra alternativa, es cuando los divorciados deciden trasladarse a la casa de algún familiar o recurrir a residencias o apartamentos municipales para mayores, en los que aportan un porcentaje de sus ingresos.

Vivienda colaborativa

Una alternativa que está ganado mayor popularidad en el país, son los senior cohousing. En la actualidad hay muchos proyectos de desarrollo en España.

Esta es una propuesta de vida colaborativa para personas de entre 44 y 70 años que buscan una solución para el envejecimiento activo y se está implementando en Huelva.

Se piensa que vivir en comunidad es ideal para aquellas personas mayores que se encuentran solas.

El proyecto nace de la propuesta de un grupo de personas que se han constituido en cooperativa para promover un complejo residencial y de servicios sociales, culturales y sanitarios, sin ánimo de lucro y autogestionado.

Cuenta con 44 viviendas y se espera que esté listo para el 2023. Hasta los momentos cuenta con una inversión de cuatro millones de euros.

En Jarama, Madrid, el cohousing Trabensol lleva en marcha 9 años. Este es el segundo que se implementó en España y ha sido todo un éxito.

“La máxima es la solidaridad y la ayuda mutua”, explica Jaime Moreno, de 84 años, uno de los socios fundadores de la cooperativa.

Sus 54 habitantes pagan entre 1.200 y 1.400 euros al mes para cubrir todo tipo de gastos: comidas, cocinero, baños terapéuticos, portería, limpieza, suministro. En caso de que uno de los socios fallezca, lo invertido se devuelve a los herederos (sin gastos mensuales).

Siendo esta la opción que cada día gana popularidad entre los divorciados de la tercera edad por ser una solución más económica y de mayor beneficio para combatir la soledad que llega luego de la finalización de un matrimonio.

¿Qué piensas de las residencias colaborativas? Cuéntanos tu opinión en la sección de comentarios. ¡Nos encanta leerte!

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