Desde Oi Realtor queremos contarte cómo será el diseño de la ciudad del futuro. Una vez atravesada la pandemia las ciudades indudablemente cambiarán. Para saber más continúa leyendo el artículo.
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A causa de la pandemia y las limitaciones al movimiento que con ella vino, se ha generado un gran cambio en el vínculo de los ciudadanos con las calles, los parques e inclusive, las viviendas. Solo unos meses fueron suficientes, la gran ciudad ha dejado ver su lado más desapacible al quedar en evidencia sus grandes fallas. Las dudas que surgen con respecto al futuro urbano que se viene son muchas. Lo que es seguro es que se trata de un momento de revisar la relación de la ciudad con quienes la habitan.
Un poco de historia
En Europa comenzó una gran migración hacia las ciudades a principios del siglo XVIII, se trataba principalmente de gente joven y muy humilde. Una vez que conseguían establecerse en las urbes les resultaba muy dificultoso encontrar un trabajo. En el año 1720, solo un aproximado del 70% de la población urbana de bajos recursos en Londres contaba con un empleo a tiempo completo. Mientras más población, más viviendas hacinadas y también, más chimeneas que contaminaban el ambiente. Esto resultó en aire mucho más toxico y en un caldo de cultivo ideal para la expansión de virus mortales como el cólera o la tuberculosis. Fue en este contexto que los urbanistas, que no tuvieron en cuenta la crisis económica con anticipación para realizar cambios. Enfocaron sus diseños en evitar los problemas de salud pública que afectaban tanto a ricos como a pobres. Actualmente, podemos ver que se repite la historia.
¿Cómo se piensa actualmente la ciudad del futuro?
La crisis generada por el COVID-19 es una oportunidad ideal para repensar la configuración de las ciudades. También, la manera en la que los ciudadanos se vinculan con ellas. Es necesario repensar la ciudad debido a que tenemos que repensar la manera en la que consumimos, producimos y también, nos movemos. Nos enfrentamos a la necesidad de reajustar las sociedades.
Actualmente muchos auguran un giro antiurbanista y el regreso de la nostalgia rural. No obstante, los expertos no creen que se trate de una tendencia que le quite importancia a la gran metrópoli. Es cierto que ha incrementado el interés por las viviendas ubicadas en el campo o bien, en ciudades más pequeñas. En el mercado previo a la pandemia el 44% de las búsquedas de piso eran dirigidas a las capitales de provincia. Luego del decreto del estado de alarma el porcentaje se redujo hasta un 38,8%. Pero pese al creciente interés inicial los expertos aseguran que la ciudad no corre ningún riesgo de perder su lugar protagónico.
¿Por qué no corren riesgo las ciudades?
Las ciudades tienen un papel esencial en el desarrollo económico mundial. La OCDE calcula que más del 80% del PIB del mundo se genera en ellas. Se trata de potenciadoras de creación de empleo, innovación y crecimiento ecológico. También son centros y puertas de entrada de las redes mundiales tanto de comercio como de transporte. De hecho, en los países más industrializados del mundo las áreas metropolitanas más grandes, que cuentan con más de 5 millones de habitantes, tienen niveles de ingresos per cápita más altos en más de un 25% que los de sus respectivos países.
Si la urbanización es gestionada de manera adecuada puede contribuir al crecimiento sostenible. Deberá aumentar de esta manera la productividad y también, facilitar la innovación y el surgimiento de nuevas ideas. Pero, es una realidad que la ciudad también tiene múltiples posibilidades de riesgos emergentes. Algunos de estos riesgos don, la pobreza, insalubridad, desigualdades, entre otras que no podemos obviar.
Se espera que para el año 2050, siete de cada diez personas tengan su domicilio en una metrópoli. Aún estamos a tiempo de definir cuáles serán las ciudades del futuro ya que el 75% de la infraestructura que estará́ en funcionamiento para ese entonces, aún no se ha construido.
¿Qué cambios se piensan para la ciudad del futuro?
En la Antigua Grecia, el Ágora era un espacio abierto que representaba el centro comercial, político y también social de Atenas. Los ciudadanos se reunían allí para llevar a cabo discusiones sobre leyes, para rezar e incluso para intercambiar objetos en el mercado. Éste es el origen de la urbe occidental. Con el tiempo, las ciudades comenzaron a perder parte de su identidad original transformándose primero en calles, y más tarde en carreteras como simple elemento de movilidad mecánica. Sin notarlo, el automóvil ha conseguido monopolizar el espacio urbano en forma de asfalto y ha acaparado entre el 60 y el 70% de toda la ciudad, ya sea para aparcar o bien, para circular. Hasta el momento, esa realidad había pasado desapercibida, pero durante el confinamiento, dictaminado para contener el COVID-19, ha salido a la luz de forma transparente.
La población ha perdido espacio para disfrutar del aire libre, jugar, pasear o bien, descansar en la calle. Es sabido que esta situación afecta a las personas en múltiples casos. Esta situación daña la unión social, genera una reducción de la actividad física y además, impacta en la salud de los ciudadanos, pero también, en el desarrollo de la economía. Los expertos advierten que muchas ciudades del mundo comienzan a perder importantes oportunidades de desarrollo al ignorar o no saber administrar de manera idónea, los espacios públicos.
Si las personas se sienten arraigadas a un lugar específico, invertirán más tiempo en su área y de esta manera, gastarán más en su círculo cercano. De esta forma, las zonas comunes pueden conseguir estimular la economía local, mientras generan ingresos fiscales para los gobiernos municipales. Esto quiere decir que, si las zonas compartidas están bien mantenidas y diseñadas, pueden mejorar significativamente las ventas de las empresas, los ingresos municipales y el valor de los terrenos.
Corea del Sur ha aprovechado recientemente de una realidad, Cheonggyecheon es un río que recorre 5,8 kilómetros del centro de Seúl. En los años 70, se construyó́ una autopista de 16 metros de ancho sobre él, que tenía el objetivo de evitar que crecieran los asentamientos ilegales a ambos lados de la ribera. Durante años, se lo consideró como un éxito de modernidad e industrialización, pero la autopista era además el principal foco de contaminación de la ciudad.
En el año 2003 el gobierno local logró restaurar el río y sustituyó el asfalto por un parque de 400 hectáreas con pasos peatonales a ambas orillas. El proyecto tuvo un costo de 367 millones de dólares, pero trajo beneficios sociales por un valor de 3500 millones de dólares. Luego del confinamiento las ciudades, que han resignado temporalmente el espacio de los automóviles, ensanchando aceras y carriles para proporcionar mayor espacio para las personas, deben darse prisa y redefinir sus políticas de largo plazo.
Vivienda saludable
A comienzos del siglo XX, los arquitectos se preocuparon mucho por la expansión de la tuberculosis, una enfermedad endémica que afectó a los sectores más humildes de la ciudad. Como un intento de controlarla idearon el sanatorio y consiguieron que el sol y el aire ayudaran en su extinción. Los antibióticos no nos permitían ver con claridad la peligrosidad de las malas condiciones de las viviendas. Pero, lo que era insalubre hace 100 años sigue siendo insalubre actualmente. Como en aquellos momentos, durante estos meses también han sufrido más los que menos tienen. Sin ir más lejos, la tasa de infección per cápita en los barrios más pobres de Londres triplica en cantidad a la de los más adinerados. En la ciudad de Nueva York, la probabilidad de contagiarse aumenta en los vecindarios con mayor población afroamericana y latina, donde la unidad familiar media es más numerosa.
Actualmente, en España, el 47% de las viviendas cuenta con una superficie útil inferior a 90 metros cuadrados. Esto se trata de todo un lujo para algunos, ya que proliferan cada vez más las viviendas en sótanos sin ventilación, sin luz natural e incluso, con ruidos permanentes. Esto se debe a que resultan mucho más económicos y asequibles, sobre todo en el centro de las grandes ciudades. Pero, si algo nos ha demostrado esta pandemia es que necesitamos poner atención a los asuntos que dejaron de tenerse en cuenta hace ya muchos años.
Los edificios deben basarse en criterios que van más allá́ de la eficiencia, la funcionalidad o lo meramente estético. Deben centrarse en crear espacios que logren preservar la salud y la sensación de bienestar de sus ocupantes, tanto física como psicológica. Los principales puntos a tener en cuenta son, la iluminación, la pureza del aire, el confort higrotérmico y acústico, la toxicidad de los electrodomésticos, la ergonomía, entre otros. Cada uno de estos elementos desempeña un papel fundamental en la creación de espacios futuros gracias a los avances tecnológicos. Se trata de un gran desafío para el cual es indispensable, firmar un nuevo acuerdo social que asegure la vivienda digna y ponga en primer lugar la salud de todos a través de los edificios y ciudades.
Ciudad de 15 minutos
El COVID-19 ha dejado en evidencia que existe la posibilidad de conciliar la vida urbana con la vida sana y el cuidado del medioambiente. El tiempo de confinamiento y el frenazo de la actividad económica ha resultado beneficioso para mejorar la calidad del aire en las ciudades más contaminadas del planeta. Se trata de beneficios ambientales que corren el riesgo de ser pasajeros si la economía vuelve a ponerse en marcha sin que se planteen políticas disruptivas.
La tarea es enorme debido a que en los últimos años la ciudad ha crecido bajo la regla de la segmentación. En la periferia el trabajo, en el extremo opuesto, los colegios, el cine, en el centro y los supermercados a media hora de casa. Se trata de una planificación muy mal diseñada que ubica al coche como necesidad indiscutible en la ciudad. Además, los desplazamientos en vehículos suponen un importante consumo de energía, y también, producen contaminación tanto acústica como atmosférica. Se trata de un tema sumamente preocupante, ya que la contaminación se ubica como la cuarta causa de mortalidad a nivel mundial. Cuenta con con un impactante número de 7 millones de fallecimientos.
Hasta el momento, esta dinámica de destinar varias horas del día en desplazarse ha sido asumida con naturalidad por la población. Pero los cambios de rutinas que ha ocasionado el COVID-19 como por ejemplo el teletrabajo, el distanciamiento social y la restricción de movilidad, han permitido ver la importancia de contar con lo que necesitamos en un entorno cercano a nuestro hogar. De hecho en vez de pasar una hora todas las mañanas en coche para dirigirte al trabajo podrías salir a correr. También, podrías llenar el frigorífico con los productos de la tienda de la esquina, e incluso los niños podrían ir al colegio en bicicleta. Se trata de una metrópoli soñada, que sin ser perfecta, existe. Se trata de la ciudad de los 15 minutos y se basa en la idea del barrio tradicional.
El concepto, se originó debido al éxito que representó la peatonalización de los centros históricos europeos. Cuenta con una increíble capacidad para reducir de forma significativa la movilidad interna. También, logrará mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos así́ como el aire que respiran. El policentrismo facilita el acceso peatonal o bien, en bicicleta a las necesidades diarias de los ciudadanos. También, permite que las personas logren desarrollar sus vidas en un entorno mucho más cercano. Pero, ¿de qué manera diseñarán la ciudad para hacerla a medida del peatón y no del conductor?
El proceso de rediseño no será nada sencillo. No solo por la dificultad que conlleva remover estructuras asentadas, sino también, porque deberá́ realizarse en un contexto de recesión económica sin precedentes. Se trata de un motivo más que suficiente para sellar acuerdos entre el sector público y el privado y buscar la mayor movilización de recursos posible. En este sentido, los fondos europeos que se han habilitado para la recuperación luego de la pandemia son un buen punto de partida para lograr corregir estas situaciones.
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